martes, 13 de diciembre de 2022

Y CUANDO MI DOLOR HUBO NACIDO ...

 Cotilleos del Nido de las Águilas de Madina Mayurqa

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Aquí estamos otra vez, con nuestro querido Piticlín, y tras haber finalizado la lectura del libro que ayer me encontré, es de fácil lectura y de lomo delgadito, y así que se lee pronto, otra cosa es el tiempo que se puede necesitar, para asimilar bien lo que mi admirado Khalil Gibran del Copón quiere dar a entender, lo cual no mucha gente puede hacer, entenderlo bien, pues como siempre sucede, todo depende del nivel evolutivo y de consciencia de cada cual ... 

Pasaremos después otra página de este libro que comentamos, titulado "El loco", y sí, pero no te equivoques, se trata de un "loco cuerdo", no se trata de un "cuerdo loco", no es lo mismo y no lo confundas, o bueno, pues dependerá del uso que le des a tu cerebro, y esto es algo que nosotros no podemos ni debemos remediar ni criticar, ya que cada cual tiene el libre albedrío de usar uno o los dos hemisferios cerebrales, que todos albergamos en nuestra cabeza ... No hay nadie a quien criticar, salvo a uno mismo.

CUANDO MI DOLOR HUBO NACIDO

(de Khalil Gibran, místico sufí libanés, 1883-1931)

Continuación de: El doloroso duelo de la muerte

Cuando mi dolor hubo nacido lo colmé de obsequios y cuidados y lo velé con ojos llenos de amor y de ternura. Y como todas las cosas que vienen, así creció mi dolor, fuerte, hermoso, delicioso y florido.

Yo y mi dolor nos amábamos mutuamente. Y amábamos el mundo que nos rodea porque mi dolor era tierno de corazón y afectuoso y había ablandado mi corazón y habíalo hecho tierno y afectuoso.

Y cuando juntos conversábamos, yo y mi dolor, hacíamos de los sueños alas para nuestros días y velos para nuestras noches, porque mi dolor era elocuente y de palabras claras. Y así el dolor me hizo elocuente y libre a mi lengua.

Y cuando cantábamos juntos, yo y mi dolor, nuestros vecinos asomábanse a sus ventanas a escuchar atentamente nuestros cantos, pues nuestras canciones era profundas como el mar y extrañas como la rareza del sueño.

Y cuando, mi dolor y yo, caminábamos juntos, la gente nos miraba con ojos que radiaban amor y admiración, nombrándonos con las más dulces palabras, pero entre ella había unos que nos miraban con ojos de envidia, porque el dolor era una virtud magnánima y yo presumía y me enorgullecía de mi dolor.

Y he aquí que un día murió mi dolor, como mueren todos los que viven, y yo me quedé solo, pensativo y meditabundo; y heme ahora que cuando hablo, mi voz molesta mi oído, y cuando canto, ninguno de mis vecinos sale a escuchar, y cuando ando por las calles, nadie me mira.

Solo me consuelo cuando oigo en mis sueños unas voces que suspiran diciéndome: "Mirad, mirad: aquí yace el hombre cuyo dolor murió" ...