domingo, 29 de abril de 2018

UN PASEO POR LA CASA DE LA LUNA

Era un día de sábado, en un día de primavera, y el día anterior él había decidido hacer un gran baldeo de su hogar, de estos que solo se hacen una vez por semana, ya hacía falta y no tenía nada especial que hacer fuera de su casa, y así que se puso manos a la obra, mientras que supo que justamente y durante el día, tal y como hace cada 4 semanas, la Luna se paseaba por su casa, por la casa de la Luna, por la casa IV, por la Cuarta Morada, por la casa del hogar, de la madre, de la familia, ... y además de los recuerdos principalmente emocionales ... Era un día más, con un ánimo normal, un día muy soleado y perfecto para también arreglar el jardín, su jardín, el que también su madre había disfrutado, durante el tiempo que estuvo viviendo con él, en su vejez y en su dependencia.

Spring waltz (Vals de primavera), 
atribuido a Chopin, pero de Paul de Senneville

UN PASEO POR LA CASA DE LA LUNA
Un día de la Luna acompañada de la mano de Neptuno
El mundo interno de las emociones y de los sueños

La verdad es que tenía muchas ganas de arreglar su jardín, no es que lo tuviera abandonado, pero con la primavera es siempre necesario hacer pequeñas podas, trasplantes, limpieza, de sus arbolitos, ficus, palmeras, palmitos, cactus, adelfas, y otros más, y de sus macetas, y de sus flores, geranios, rosales, alelíes, claveles moros, pensamientos, y otras flores más ... Y así se pasó varias horas en su jardín, en el jardín de su casa, y mientras que la Luna se paseaba por ella, y recordando también las tantas veces que su madre le quiso ayudar mientras vivía, haciendo pequeñas cosas y vigilando siempre los rosales y claveleras, para ver si ya podía cortar alguna flor y lucirla delante de sus amigas.

Los recuerdos iban llegando poco a poco, sin tropelía, sin tristeza ni melancolía en esta ocasión, solo recordando momentos vividos y dedicándole a ella las flores que ya estaban adornando el jardín, y pensando también que llegaba pronto el día de la Madre y le podría llevar un ramillete de flores a su tumba. Es ley de vida y de muerte, él lo sabía muy bien, pero la ilusión de preparar ese ramillete no le daba ocasión para sentirse triste ni melancólico, o tal vez no quería sentirlo más, o tal vez se pensaba que ya estaba todo superado, después de tantos años, y mientras tanto la Luna se paseaba por su casa.

Ya a última de la tarde lo acabó todo y quedó relucientísimo, ya todo a punto para alegrar un poco la vida y la primavera, y después se paseó por su jardín durante un rato, para ver cómo había quedado y retocar alguna cosita sin mucha importancia, y dedicándole a su madre todo el trabajo, y dedicándole un recuerdo y mucho cariño ... Así después salió a la calle, a dar un largo paseo, pero la verdad es que el paseo largo no lo hizo, estaba cansado para caminar muy lejos, y así que se fue a dar un paseo por su barrio, para ver los jardines de sus vecinos, para disfrutar también de las plantas de otros, las que él no podía tener por falta de espacio.

Y los recuerdos siguieron apareciendo, recordando tantísimas tardes de verano, en que al caer la tarde y el calor, él salía con su madre a dar una vuelta por el mismo lugar, a ella le gustaba mucho porque siempre encontraba alguna flor para ella, y sobre todo las buganvilias, que caían tras las tapias y las terrazas del barrio, de manera que al regresar siempre volvía con un ramo de buganvilias, para poner en los floreros de la sala. Y la Luna seguía paseando por su casa, no se sentía mal por esto, más bien eran recuerdos agradables, de un tiempo que le trajo alegría, poder hacer algo por su madre, después de todo lo que ella había hecho por él en su niñez.

Ya de regreso a su casa se detuvo en el supermercado, necesitaba un par de cosas y allí entró, cogió de las estanterías lo que necesitaba, y cuando iba a salir y pagar por caja, se fijó que había un letrero de oferta, unos hermosos y enormes manojos de acelgas, ... y unas furtivas lágrimas quisieron salir de sus ojos. Él no era muy amante de las acelgas, pero sí lo fue su madre, y aún recordaba cuántas veces de niño, cuando ella las cocinaba para toda la familia, no se las ponía a él, ella siempre le ponía un plato con lo que hubiera en el cocido, pero iba quitando las hojas de acelga que hubiera. No es que él hubiera sido un niño caprichoso con la comida, y no es que su madre le tratara con demasiado mimo, no lo era, pero esto hacía ella, quitar las acelgas del plato de su hijo, no le gustaban, del hijo que ella nunca imaginó que fuera quien la cuidara en su vejez.

Y lo que no había venido durante el día, llegó a punto de anochecer, y todo por un manojo de acelgas, cuando la Luna se paseaba aún por su casa, pero cuando ya la Luna estaba a punto de hacer su boda mensual con el nebuloso Neptuno, llegó porque tenía que llegar la depresión, llegó la tristeza, llegó la melancolía, la añoranza, la nostalgia, y llegaron recuerdos más profundos, como el asco y la rabia, y una vez más la desilusión de la familia, del tiempo de la infancia, de la vida familiar y de otras cosas más ...  Tal como le había sucedido en otras ocasiones anteriores, el recuerdo del mal trato, de la poca atención, del nulo reconocimiento y del nulo agradecimiento que recibió su madre, en su vejez, por parte de sus otros hijos y nietos, y de la mayor parte de la familia, ¡¡y después de todo lo que ella había hecho por todos!!, ... acabó amargándole la noche, y mientras que la Luna se paseaba por su casa.

A la mañana siguiente se levantó de la cama bastante atolondrado, se había pasado toda la noche en un estado extraño, de sueños y más sueños, no de pesadillas, de sueños continuos, uno detrás del otro, para volver después al anterior, a diferentes escenas de una vida, no sabía de cuál, pero sí habían sido escenas que reconoció, de su pasado, de su madre, de su vida, pero no eran escenas que él hubiera vivido antes, o mejor dicho, sí que lo eran, pero no eran tal cual se vivieron, eran una extraña mezcla de realidad y de no realidad, no eran exactamente tal cual sucedieron. En una de las escenas veía a su madre, con evidentes señales de la enfermedad del olvido, la cual ella nunca padeció en vida, pero a la cual temía, y tanto ella como su hijo.

En otras escenas sucedía algo muy similar, eran situaciones vividas en él, situaciones reales y muy vivas en la piel, en el sentimiento y en el recuerdo, pero con unos efectos totalmente contrarios a los que realmente fueron, y es decir, esto es muy difícil de explicar, es como si los sueños reflejaran las situaciones, con un efecto desastroso, pero cuyo desastroso efecto se evitó, y un efecto que temía y que felizmente pudo evitar ... Yo sé que en estas situaciones de conjunción de Luna con Neptuno, se libera la mente inconsciente, de los miedos acumulados, es una forma de depuración, precisamente de los miedos que se tuvieron y cuyas toxinas el cerebro acumuló, y por lo menos en este caso, de los miedos a los efectos que nunca se produjeron, y por lo tanto, se trata del encuentro con polaridades perdidas, un paso más hacia la unidad y el regreso al hogar interno, ... hacia al encuentro con uno mismo y con el dios desconocido.

Y mientras tanto, y durante toda la noche, la Luna se paseó por su casa, por la casa IV, por la Cuarta Morada, por la casa del hogar, la familia, la madre, ... y los recuerdos, ... acompañando en esta ocasión al nebuloso y escurridizo Neptuno, Señor de Piscis y de la Mano Invisible, que dirige los hilos del Teatro de la Vida.

Reservados los derechos de autor: D.F. Nomemientas Gavilán.

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De bien nacidos es ser agradecidos, de mal nacidos es ser desagradecidos.
Mendigo como soy, también soy pobre en agradecimiento.

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