Hay palabras y verdades que no interesan escuchar, nos ha pasado a todos en algunas épocas de la vida de cada uno, por el motivo que fuera, tal vez el mayor motivo pudiera ser que no estábamos preparados, para comprender la Verdad, lo cual puede entenderse, pues depende del nivel de consciencia de cada uno, y siempre hay algún motivo, pero el más importante de todos, es que tenemos un ego que no lo permite ... El ego no quiere escuchar aquello que puede hacer peligrar su supervivencia, ... y también se puede entender, es porque el miedo puede más que el Amor. El miedo que podamos tener ante una verdad o varias verdades, que nos hemos ocultado durante mucho tiempo de nuestra vida, y también provenientes desde otras vidas anteriores, pero también es verdad, que muchísima gente está harta de escuchar engaños y mentiras de otros, y de sí mismos también, y está bien, quiere decir que les ha llegado el momento de escucharse a sí mismos, de escuchar la Verdad y no la mentira.
Pero en fin, es el problema de cada uno, escuchar o no escuchar las verdades, y también es un problema personal de cada uno, atreverse a expresar las propias verdades, aunque duelan y te quedes solo, y aunque ya de antemano muchos sepamos que no se querrán escuchar, pues hay muchísima gente que prefiere vivir en el mundo de la media verdad y de la media mentira, y hay otros que prefieren vivir en la gran mentira de su vida ... Posí, muchísima razón tenía Dios, muchísima razón tiene el Zodiaco, o quien fuera que dijera el trabajo de Piscis, del cual todos tenemos algo, poco o mucho, pero todos tenemos, igual que tenemos la casa XII y Neptuno en algún lugar recóndito, dentro de nosotros mismos y afuera también.
Una Mano Invisible que maneja el Guion de la Vida, para que todo suceda cuándo y cómo deba suceder, un paso tras otro, sin adelantarse al diálogo ni a los actos de la Obra, llorando cuando corresponda hacerlo, llorando de pena por el daño que nos hemos hecho, llorando también después el mal que se han hecho los demás, al ver que ellos no saben hacerlo, para devolverlo a los Cielos que aquí nos trajeron, para devolverlo a Dios, sea al conocido o al dios desconocido, por la mala o pésima comprensión de la Vida que tienen, y llorando también porque otros son incapaces de escuchar y comprender la Verdad, la verdad de sí mismos, que les haría libres de su propio ego.
... Y así va el mundo, con habitantes que prefieren vivir en la ignorancia y en la negación, cerrando los ojos y la mente a lo que le tienen miedo, a las verdades que podrían herir y matar su ego, prominente y prepotente, por haberlo colocado en un pedestal ... Mal asunto, pero también es muy triste ver a algunas personas, sobre todo si son muy cercanas, que van directas a un precipicio, del cual después puede resultarles muy difícil o imposible salir, y verlo, y sentirlo, y saberlo, que aunque se los digas no lo comprenderán, y que lo rechazarán, entrándoles por un oído y saliéndoles por el otro, y que se caerán en ese abismo interior, en ese precipicio, ... y triste, muy triste resulta, pues cuanto más tiempo pase más larga y dura será la caída ...
Y es que muchas veces es necesario que caigan, para que se despierten del largo sueño del mundo del autoengaño, o lo que es lo mismo, del mundo de las medias verdades y las medias mentiras, o del mundo astrológico de Neptuno, o del mundo budista de Maya, o del mundo angelical de Lala, o de haber vendido su alma al diablo, o del mundo del miedo y no del Amor Incondicional, a uno mismo y por supuesto ... Un mundo o mundos que te engatusarán, que intentarán que seas dos, como los dos peces de Piscis, que nadan en direcciones contrarias, pero unidos por un cordón, con lo cual les resulta imposible separarse, y mientras uno nada hacia el ego y el otro huye de él.
Lo que no se aprende con la razón, solamente queda aprenderlo con el dolor.
Alegoría de Piscis (los dos peces opuestos) |
… Y era de mañana, cuando Dios se puso ante sus doce hijos, e implantó en cada uno de ellos la semilla de la vida humana … Cada hijo, uno a uno, dio un paso adelante para recibir el don que se le destinaba.
Y Piscis volvió a su sitio.