No me falles, no me mates, ...
porque entonces te fallas y te matas tú también.
EL
LEÓN Y EL ESCORPIÓN
Érase una vez, en un mundo imaginativo,
doce
especies distintas de ambos sexos, femenino y masculino.
Y
al igual que en los signos del Zodiaco,
las
relaciones distintas entre ellos, era lo más acertado.
En
este complejo mundo, existía un pequeño ser,
que
por su simple apariencia, asustaba sin querer,
pues
muchos no veían en él su gran corazón,
sino
su temido y peculiar aguijón.
Este
pequeño ser, de sexo femenino,
de
aspecto más bien poco atractivo,
no
entendía el porqué se fijaban solo en su aguijón.
Y
cuando la miraban, decían: “¡Oh, es un Escorpión!” …
A
ella no le importaba demasiado, pues aun siendo Escorpión,
de
buenos amigos y amigas, tenía un montón.
Pero
eso no le llenaba de plena ilusión,
por
eso, seguía esperando, al que fuese su gran amor.
Muchos
la llegaron, sin duda alguna, a cortejar,
de
distintas apariencias, sin que le llegaran a gustar.
Pues
ninguno de ellos dieron la talla,
que
dentro de su gran imaginación, ella guardaba.
Un
día, en uno de sus largos paseos,
mirando
entre las hierbas, pudo ver a lo lejos,
un
animal enorme y de larga melena, el cual llamó su atención,
por
tan elegante y llamativa presencia.
Ni
corta ni perezosa, a él se acercó,
y
tras presentarse, él también se presentó: “Soy un León” …
Mantuvieron
una larga y estrecha conversación,
y
sin darse cuenta, entre los dos, una amistad surgió.
Ella
ilusionada, a sus amigos fue y les contó:
“He
conocido a alguien, un buen amigo, y es un León” …
Éstos,
asombrados y con gran preocupación, así le aconsejaron:
“Olvídate
de él, pues te romperá el corazón” …
Ella,
enojada por tal consejo, les pidió una explicación.
Y
uno de ellos, el más sabio y también León,
así
con estas palabras, muy pausadas, le contestó:
“Mal
carácter es el que alberga en los dos,
y
aunque su fuerza sea mayor, más peligroso es tu mortífero aguijón.
Ten
cuidado pequeña amiga, pues muy difícilmente él te mostrará su
corazón,
ya
que como buen León, bien guardado lo tiene dentro de su gran
armazón.
Y
si el tuyo se rompiera … solo te quedará tu vengativo aguijón”
…
Sin
terciar una sola palabra, y con la mirada agachada,
ésta
marchó, pensando en esa respuesta complicada.
Al
anochecer, al cobijo de las estrellas, no se dejaba de preguntar …
“¿Será
verdad o sólo me habrán querido asustar?” …
Al
llegar los primeros rayos de sol, de todo esto se olvidó,
y
con su tozudez decidió seguir, viendo a su gran amigo el León.
En
uno de esos encuentros se miraron, y poco a poco más se acercaron,
y
sin dejar de mirar sus ojos marrones, ella su corazón le entregó.
Tan
sólo en esa ocasión, vivió su gran ilusión,
pues
pasaron los días sin que lo volviera a ver, sin más explicación.
¿Cuál
sería el motivo de tan triste separación? …
¿Es
que no fueron felices en tan mágica unión? …
Triste
y sin consuelo, la pequeña Escorpión perdió su corazón.
Y
así a quien se le acercaba, asustaba con su venenoso aguijón.
Sus
amigos trataron por todos los medios, poderla consolar,
pero
ella orgullosa, no se dejaba, ni quería escuchar.
Una
mañana frente al río, ésta lo quería cruzar,
pero
le asustaba, pues sabía que se podía ahogar.
Buscaba
una solución, para poder cruzarlo,
y
marchar de allí y así, todo aquello olvidarlo.
Con
qué mala suerte, su amigo el León volvió,
y
para ayudarla a cruzarlo, él se prestó.
La
pequeña Escorpión, algo insegura, al final aceptó,
y
mientras ambos cruzaban el río, ella su aguijón hundió.
“¿Por
qué has hecho esto?” … Herido de muerte le preguntó el León.
“Pensaba
que éramos amigos, y ahora moriremos los dos” …
Y
la pequeña Escorpión, con lágrimas en los ojos, le contestó:
“No
lo he podido evitar. Ha sido mi instinto. Y sin mi corazón,
lo
único que me queda es mi destructivo aguijón” …
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(una hermosísima alegoría que hace años alguien escribió y me regaló)
Otro final de lo que acabas de leer: El cuento del León y el Escorpión
No me falles, no me mates ...
porque entonces te fallas y te matas tú también.
Otro final de lo que acabas de leer: El cuento del León y el Escorpión
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